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Barrios Orquestados, un proyecto musical en busca de su futuro

Barrios Orquestados, un proyecto musical en busca de su futuro

nov. 5, 2015

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"No suelo ser muy consciente del cambio que supone, pero cuando le entregas un violín a un niño y ves su cara de emoción, intuyes que va a suponer un antes y un después”. Así responde José Brito, el creador de Barrios Orquestados, a la pregunta de cómo les ha cambiado la vida a los 194 niños canarios que han podido beneficiarse hasta ahora de este proyecto de intervención social a través de la música.

Este proyecto necesita nueva financiación para mantener lo que han creado en estos últimos tres años y medio. Exactamente 40.000 euros. Brito ya ha mantenido muchas reuniones para encontrarlos, pero con escaso resultado hasta la fecha. 

El proyecto funciona en la actualidad con los 124.000 euros que aportan anualmente diferentes organizaciones como la Fundación Júnguel Sanjuán (perteneciente a SATOCAN), la Fundación DISA, la Fundación Canaria Mapfre Guanarteme, la Fundación La Caja de Canarias y Bankia, Fundación Bancaria La Caixa, o la Dirección General de Protección a la Infancia y la Familia del Gobierno de Canarias. Con estas partidas pueden comprar instrumentos y pagar al profesorado. La Consejería de Políticas Sociales, además, se ha comprometido a hacer una aportación, aún sin definir, en el próximo ejercicio. Sería la segunda contribución pública que recibe el proyecto.

No participan solo las grandes empresas o Fundaciones de las Islas. “Hace poco recibimos el compromiso de alguien que nos sorprendió a todos”, añade Brito, “un pequeño empresario, el dueño de un restaurante de la capital grancanaria, el Quebeque, nos llamó porque le había emocionado lo que hacíamos con los pequeños, y quería aportar su granito de arena. Cada año donará 3.500 euros para que podamos continuar con nuestra labor, un proyecto que no es mío, sino de toda la sociedad canaria”.

Porque Barrios Orquestados no solo quiere mantener lo ya conseguido en cinco distritos: cuatro en Gran Canaria (Tamaraceite, Jinámar, San Nicolás y Cono Sur) y uno en Tenerife (en La Cuesta). Al contrario, se ha impuesto un reto: crecer. Por eso, su objetivo en 2016 pasa por integrarse también en el barrio de La Alatalaya, en el municipio grancanario de Santa Brígida; y en Ofra, en Santa Cruz de Tenerife. Para lograrlo necesitan más aportaciones, exactamente 92.000 euros más. Es decir, en total, mantener y extender el proyecto supondría una inversión de 256.000 euros.

“Existen dos fórmulas de financiación”, nos explica Ariel Betancor, productor y coordinador del proyecto. “Está el micromecenazgo, con donativos de un mínimo de cinco euros que se pueden realizar a través del blog o en nuestro perfil de Facebook). Y, por otro lado, las aportaciones privadas. También producimos conciertos. El próximo será el 22 de noviembre, en el Auditorio Alfredo Kraus. Entonces, los chicos se subirán al escenario junto a Manolo Vieira, Arístides Moreno y Domingo Rodríguez El Colorao”. El dinero de las entradas, 10 euros, se destinará íntegramente al proyecto. “En octubre dimos  un concierto con Los Gofiones en el Teatro Guiniguada y fue una noche mágica”, añade. 

“Hay mucho talento, corre a raudales por el proyecto”, expone enérgicamente un profesor. Se llama Hugo Escobar y es el encargado de las clases de sensibilización musical. “Yo trabajo con los padres”, explica, “les informamos de cómo van sus hijos, los cuidados que requiere cada instrumento, hablamos de música en general, de problemas cotidianos, resolvemos conflictos. Incluso hemos creado un coro con ellos. La inclusión de la familia es muy importante. Los niños y sus padres han encontrado un espacio donde desarrollarse plenamente, porque donde viven no tienen muchas posibilidades”. Escobar señala que “lo importante no es crear grandes músicos, lo importante es que ocupen su tiempo y tengan calidad de vida”.

“Independientemente de que después sigan o no con la música en su vida”, añade José Brito, “esto potencia su autoestima y conlleva un beneficio socio-afectivo”.

Algo que, sin duda, comparte Isabel Placeres. Es madre de una niña de 11 años llamada Indira. Para Isabel este proyecto supone mucho más que unas clases de música, ha sido un revulsivo en sus vidas. “Mi hija ha crecido como persona. A la hora de organizarse, su carácter... todo. Mi niña es feliz aquí y yo con ella, porque además formo parte del coro”.

Cristian Valido, por ejemplo, asegura que ahora prefiere su violín antes que el balón de fútbol. Tiene 13 años y entró al proyecto en abril, en su colegio del barrio de San Nicolás. Los lunes y miércoles tienen clases prácticas con los violines, violas, contrabajos y chelos. En ellas no solo aprenden a tocar, también cantan. Los martes y jueves reciben clases teóricas. “Me gusta estar en barrios(como cariñosamente llaman padres y niños al proyecto), me divierto, me relajo y de mayor podré ser cantante o violinista”, termina diciendo este niño travieso y educado.

El objetivo final es hacer llegar la cultura, la educación, la igualdad social y especialmente la música, a las familias, a través de los más pequeños, a aquellas zonas que históricamente se han visto desfavorecidas, porque merecen una oportunidad